miércoles, 16 de noviembre de 2011

Honda Civic Type R


Si tuviésemos que definir al Civic Type R con una única palabra, el mejor calificativo que se me ocurre es radicalidad. Radical en todos los aspectos: por estética exterior e interior, por comportamiento o por motor. Es quizá, de entre los modelos que estamos analizando, el que transmite mayores sensaciones a su conductor y en el que menos filtrada está su conducción.

Para comenzar, hablaremos de su particular estética, con una personalidad japo muy marcada y un estilo casi galáctico, que hará que se ame con pasión o se odie con todas las fuerzas: no existe término medio. Su exterior es quizás el más llamativo y personal, alejándose de la tradicional sobriedad y clasicismo germano. Este diseño también tiene sus inconvenientes, puesto que creo que dentro de unos años se podría ver un poco pasado de moda, o detalles como un alerón trasero situado en la zona media de la luneta trasera que resta visibilidad posterior.


El interior continúa la línea marcada por el exterior, con profusión de color negro y ribetes rojos en un marcado estilo deportivo, instrumentación digital a dos alturas y en general, buena impresión de calidad y espacio, aunque a mi modesto entender carece de la estudiada ergonomía y confort del VW Golf, en el que nada más sentarse uno se encuentra como en su casa. Por supuesto, todo es cuestión de tiempo para familiarizarse y acostumbrarse. Su maletero es de récord, con 485 litros de capacidad, aunque algo menos regular por formas que el del VW Golf.
El motor es otro ejemplo de búsqueda de radicalidad por parte de la marca. Se trata de uno de los mejores dos litros atmosféricos del mercado, si no el mejor, al que le gusta girar muy alto de régimen rozando sin dificultades las 8.000 rpm. No destaca por su entrega de potencia a bajo o medio régimen, sino por su habilidad para subir de vueltas del motor y buscar su máxima entrega de potencia, que se complementa con un cambio manual de seis relaciones muy preciso de desarrollos muy cortos. Además, es el único que incluye un diferencial autoblocante mecánico en su versión Edición Especial.


Esto hace a su vez que para rodar a velocidades de crucero de autopista el motor gire a un régimen bastante alto, teniendo como contraposición en la elevada sonoridad del motor (aunque muy agradable) y en el consumo. No es un auto especialmente pensado para esos menesteres, sino más bien para disfrutar exprimiendo todo su potencial en carreteras de montaña, lo que lo hace algo menos polivalente para el día a día que sus rivales con el 2.0 TSI y una entrega de par exhuberante gracias a la sobrealimentación. Simplemente, distintos enfoques.

Sus prestaciones son realmente buenas, y como decimos las sensaciones que transmite su motor o su bastidor son, al límite, las más radicales y deportivas, aunque en una utilización diaria a bajo o medio régimen no puede competir con las fulgurantes recuperaciones de los 2.0 TSI, pero para algo tendremos el cambio, porque su patada al superar las 5.500 rpm es considerable. Sus 201 CV le permiten ofrecer 235 Km/h de velocidad máxima, una aceleración de 0 a 100 Km/h en 6.6 segundos y un consumo medio homologado bastante superior al de sus rivales: 9.1 litros/100 Km. Debido a sus emisiones de CO2 de 215 g/km, ha de pagar el último tramo del Impuesto de Matriculación: 14.75%


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